Maximino Rodríguez: pese a las secuelas de un ACV se graduó a los 62 años
Superación. Era deportista, inclusive de la selección de béisbol de Venezuela, cuando un derrame cerebral lo dejó en silla de ruedas. La fuerza de voluntad lo ayudó a volver a caminar, y hace un par de semanas obtuvo su título universitario.
“Nada en el mundo debe interponerse en los sueños que tenemos. Debemos siempre vencer los obstáculos, proponernos metas y cumplirlas”. Escuchar estas palabras de la boca de alguien que, quizás, en el mejor momento de su vida quedó en silla de ruedas, sin duda es un aliciente para cualquier persona.
La historia de Maximino Rodríguez es de superación. Es de aguante. Es de lucha. Es un ejemplo que cae muy bien en estos últimos días del año, en los que la gente tiende a trazarse propósitos y, teniendo a mano todas las herramientas para lograrlos, pocas veces cumple con todo lo propuesto.
Con las evidentes secuelas que le dejó un accidente cerebrovascular hace 30 años, llegó a LISTÍN DIARIO acompañado de Patricia, la persona que sugirió a este medio contar su historia. Un rostro de paz, mucha calma en su discurso y un mensaje que lo engrandece fue lo que trajo en portafolio de su vida.
“Yo me propuse hacer una carrera universitaria para dejar un legado a mis hijas. Siempre ocurría algo que me lo impedía, pero finalmente lo logré. Llegué con bastón a la universidad. Duré seis años, sí, para terminarla, pero pude alcanzar la meta con esfuerzo y dedicación”. Esto lo dice satisfecho y logra emocionar a los presentes.
El sacrificio detrás del éxito
Maximino estudió Informática porque es la profesión que más se ajusta a su capacidad y complementa sus conocimientos en la electrónica. Los pocos movimientos de su brazo izquierdo, su marcha lenta y demás secuelas dejadas por el ACV no le permitieron hacer una carrera con afinidad en los deportes que es el área a la que siempre se dedicó como deportista.
“Yo era beisbolista, de hecho, pertenecía a la selección de Venezuela, y la enfermedad me tronchó ese sueño, así como me impidió dedicarme a entrenar a los niños en ese deporte. Y fue por eso que decidí mejor estudiar algo que pudiera desempeñar sin complicaciones”. Aunque habla de esta parte con propiedad, sus ojos no ocultan la nostalgia que ello le provoca.
Quedar a merced de una silla de ruedas cuando sus piernas eran capaces de cubrir a la perfección una segunda base en un juego de béisbol y, tener una lesión cerebral importante cuando estaba gozando de una juventud plena sí lo ha hecho derramar muchas lágrimas. “Yo lloraba todos los días, me sentía muy mal. Tenía depresión y creía que era el fin, pero al ver a mi familia apoyándome me di cuenta que esa no era la actitud y comencé a poner de mi parte”. Esto dio sus frutos y a los dos años ya podía ir dando pasitos.
Continuó su vida porque había una familia que mantener y el trabajo era lo que conocía para solventar sus necesidades. Siempre ha sido un hombre productivo. “Ahora mismo llevo como años trabajando para Edesur. Ahí comencé como mensajero y hoy soy el supervisor del área de Mensajería”. Escuchar esto da alegría porque todo se lo ha ganado a pulso.
Apoyo de sus hijas, compañeros y maestros
Hacer una carrera a la par con su trabajo y con sus dificultades de salud no fue nada fácil para Maximino. Pero sus compañeros de estudios y los maestros siempre lo apoyaron para que cumpliera con su meta.
“Hubo momentos en los que algunas cosas se les hacían difíciles, como en una ocasión, ya haciendo el monográfico, que teníamos que grabar un video, y los dos compañeros con quienes lo hacía me buscaron a mi casa, me llevaron al lugar donde había que hacerlo, y gracias a Dios, todo salió bien. Mis hijas también me apoyaban con algunas asignaciones, aunque siempre traté de hacer yo todas mis cosas”. Cierra esta cita, agradecido de cada una de las personas que han contribuido a que hoy tenga su título.
A Maximino ahora le preocupa la salud de su hija
Ahora mismo Maximino Rodríguez se siente impotente. Nada que ver con las secuelas que le dejó el accidente cerebrovascular que le afectó su salud hace 30 años. A él le preocupa la situación de la menor de sus cuatro hijas. Ella tiene 27 años.
“Ella nació con hidrocefalia y bien pequeñita se le puso una válvula, esto le ha permitido tener una vida normal dentro de lo que cabe. Sin embargo, tuve al no asistir a mi graduación porque a ella le dio un evento de salud que la mantiene interna. Necesita una cirugía para salvar su vida, pese a que ella tiene 12 meses de embarazo”. Cuando contó sobre esto fue la única ocasión donde sus ojos se aguaron, pero está optimista de que todo saldrá bien.
Con lo que está pasando su hija ha vuelto a revivir los primeros años de su enfermedad. “No aguanta el dolor de cabeza, se siente débil, pero gracias a Dios ya los médicos están tomando el control de la situación”. Pese a que está positivo, no deja de preocuparse por la situación de salud de su hija.
Le satisface el hecho de que dos de sus hijas son enfermeras, y que ellas se han entregado en cuerpo y alma a su cuidado durante todo el tiempo que lleva enferma. “Ahora nos sentimos un poco más tranquilos, pues aunque en principio se tornaba todo muy difícil para la cirugía por su estado de embarazo, ahora las cosas están fluyendo y con Dios, todo saldrá bien”. Claro, la situación no deja de ser preocupante, y de nuevo recuerda que, precisamente por el delicado estado de salud de ella lo pensó dos veces antes de ir a la graduación. “Eso sí, fui al hospital a llevarle mi título porque ella era quien me iba a acompañar ese día”. Esta confesión dolió aunque fue necesario disimular.
De pronto cambió el tema y en ese momento, trajo a colación el nombre de su esposa Daysi Mejía, quien ha sido su sostén en tiempos difíciles y la que celebra sus logros como si fueran propios. Son esas cinco mujeres y sus cuatro nietos los que dan sentido a su vida.
Maximino, de 62 años, cree en la familia, en el apoyo que brinda en todos los momentos a quienes atraviesan por situaciones difíciles. Recuerda cómo su madre y sus hermanos se encargaron de él cuando fue víctima del accidente cerebrovascular. “Ellos me llevaban al médico, me animaban y me cuidaban con mucho cariño. Eso también me ayudó echar hacia delante”. Deja claro que ese respaldo ha repercutido en que hoy, esté siendo una persona productiva y profesional, pese a su discapacidad.
Importancia de dar la milla extra
Con todo y lo que está lidiando en estos momentos, con la salud de su hija, el dueño de esta historia es consciente de que la fe en Dios y la confianza en sí mismo es la clave para no desmayar. “Yo desde que pude caminar y mi salud me lo permitió comencé a hacer ejercicio, siempre lo hago, en el gimnasio, en mi casa y hasta en mi trabajo”. De esto se enorgullece.
Tanto es así que, en donde labora, antes de comenzar la faena, lo primera que hace es subir y bajar las escaleras de siete pisos para mantenerse activo y evitar que le repita otro ACV. En la Universidad del Caribe (Unicaribe) donde estudió, le facilitaron las cosas. Sus áreas inclusivas fueron un gran soporte para que el peligro no acechara a Maximino. Aunque sube escaleras, hay cosas que no puede hacer y que el plantel se las facilitaba.
Mensaje de Maximino Rodríguez: “Exhorto a todas las personas, en especial a los jóvenes, a que no se pongan límites, ni físico ni de recursos para lograr lo que quieren alcanzar en la vida. Todo es cuestión de perseverar, de tener fuerza de voluntad, de luchar y continuar hacia delante. No se den por vencidos”.