Por Fabio Hernandez
Jarabacoa, La Vega, República Dominicana – Bajo un cielo nublado, una multitud de productores en invernaderos se congregó la tarde de ayer frente a la Oficina de Agricultura de este pintoresco municipio. Con sus voces cargadas de urgencia y sus rostros curtidos por el arduo trabajo en los campos, estos hombres y mujeres entregaron un regalo inusual a los transeúntes: cientos de libras de ajíes morrón.
Con gesto generoso, expresaron su descontento ante la situación que los aqueja. Alegaron que cada libra de este valioso rubro les cuesta 22 pesos en labores de cosecha, mientras que su venta apenas alcanza los 8 o 10 pesos. Las deudas contraídas con el Banco Agrícola y otras entidades financieras los persiguen como sombras en la noche, empañando sus sueños de prosperidad.
En medio del bullicio de la manifestación, Pedro Valerio, uno de los afectados por esta realidad, dirigió una fervorosa súplica al presidente Luis Abinader y al ministro de Agricultura, el señor Limber Cruz. Con la voz entrecortada por la emoción, Valerio describió su deseo de contribuir al desarrollo de la economía nacional, exaltando su identidad como un hombre trabajador y honesto.
El coro de voces enardecidas encontró eco en las palabras de Radhames Ortiz, quien, desolado, expresó su sensación de soledad en estos tiempos difíciles. En medio de un mercado que les da la espalda y se resiste a comprar sus productos a precios justos, Ortiz se unió al clamor generalizado para que el Estado, como un salvador providencial, los escuche y les tienda una mano amiga. No es solo su sustento lo que está en juego, sino también el futuro de aquellos que luchan incansablemente por hacer florecer la producción.
Mientras que, en representación del Ministerio de Agricultura, el encargado local, David Dilonex, sostuvo un encuentro con los desesperados agricultores. Con empatía, les brindó orientación, instándolos a formalizar su reclamo a través de una comunicación oficial. De esta manera, Dilonex aspira a hacer llegar la problemática al mismísimo Ministro de Agricultura, dotándolo de datos precisos que le permitan comprender la realidad que enfrentan los cultivadores de la tierra.
En Jarabacoa, una bruma de incertidumbre y angustia envuelve a aquellos que, con sus manos curtidas y corazones rebosantes de esperanza, se dedican a la noble tarea de la agricultura. Mientras tanto, el aroma del ají morrón impregna el aire, mezclándose con el sueño de un futuro mejor para todos los involucrados en esta inquebrantable lucha por la justicia y la supervivencia.